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Date: December 2, 2021

Mi última experiencia jugando al póker

card game

No quiero engañar a nadie, si algo soy en esta vida, eso es sincero. Quería contarles mi última experiencia en uno de los juegos de mesa más famosos, populares y conocidos de todos los tiempos. También quiero remarcar que no soy ningún experto, pero sí un gran aficionado al póker. En la universidad siempre se han organizado timbas en las que el dinero (a pequeñas cantidades, eso sí) se apostaba sin cesar, el alcohol corría y el desenfreno se apoderaba de los jóvenes inexpertos.

Los primeros años de universidad son muy así, pero uno que ya tiene experiencia como yo, sabe cuándo declinar una bebida, cuándo tirarse un farol y cuándo fanfarronear delante de los espectadores y los demás jugadores. A un jugador de mi nivel, se le comenzaban a quedar pequeños esos eventos de principiantes y busqué un día para enfrentarme a un reto a la altura y ¿saben qué? Salí ganador, mucho más de lo que me esperaba.

Lo cierto es que me arriesgué, pero en este juego eso hay que hacerlo siempre. Yo era el único mayor de 21 años y buscamos un torneo que se organizara dentro de Greencastle para darle salida a mis ambiciosas inquietudes. Mentiría si dijera que la idea no surgió después de tomar un par de copas, pero a veces es en esos momentos cuando se toman las mejores decisiones de la vida.

Agarramos un coche y nos fuimos quemando rueda hasta donde se realizaba aquel torneo, lo cierto es que al llegar nos relajamos un poco. Nos habíamos vestido con las ropas más elegantes que teníamos pensando que seríamos los payasos del lugar y cuando llegamos parecía que éramos los únicos que regresaban de una boda. Después de reírnos de la situación, nos figuramos que era un torneo amistoso, no habría profesionales implicados y las apuestas no serían demasiado cuantiosas, lo cual fue un respiro y a la vez una pequeña decepción.

Qué aprender de mis partidas

A decir verdad, cuando las ciudades no son tan grandes, estos eventos suelen ser más relajados. Algo que me otorgaba mucho a mi favor, además del traje, era que nadie me conocía y entre ellos sí parecían haber coincidido más veces. Aquello era un arma de doble filo porque el hecho de conocer a tus rivales puede jugar a tu favor, pero también el de no ser nada más que una incógnita a ojos de tus oponentes y eso es lo que intenté.

Las salas eran grandes, se realizaba en una nava con diferentes recintos y mesas de juego, además también contaban con máquinas y salas de juegos en línea donde se podía apostar dinero real. Por otro lado, se podía practicar contra el personal y había lectores de noticias y zona WiFi. También contaba con una barra donde pedir consumiciones y una pequeña estancia con mesas donde comer. Allí realizamos el descanso, la mayoría de jugadores se habían traído comida casera y el pedir al local me otorgó también unos puntos de categoría.

Con lo joven que era yo, y todavía más mis acompañantes, todo el mundo se pensaba que debía ser un joven mafioso profesional o algo por el estilo. También organizaron una serie de divertidos eventos y torneos y partidas de ring sin parar, que ayudaban a los jugadores menos experimentados a iniciarse en el mundillo sin arriesgar nada de dinero real. Allí fue donde dejé a mis amigos, aunque de vez en cuándo se asomaban para ver qué tal me iba a mí en el torneo.

En cuanto comenzamos, lo primero que hice fue estudiar a mis rivales y actuar con prudencia. No quería parecer demasiado derrochador, por lo que no arriesgaba demasiado en un principio, pero mi estrategia se basó en la ambivalencia. Cuando la gente pensaba que ya me había calado y veían que tenía un comportamiento metódico, siendo precavido y ahorrativo, de repente me volvía atrevido y atacaba con fuerza subiendo apuestas y arriesgando mi dinero.

Honestamente, esto me causó algún que otro susto, pero a la larga me salió bien. Otra estrategia que seguí es la del silencio. Procuré estar callado la gran parte de mi partida, solo hablaba cuando era estrictamente necesario y así no ofrecía ningún tipo de apertura a mis contrincantes, para que no me pudiesen leer las intenciones.

Lo cierto es que, para tratarse de un torneo amistoso, me sorprendió mucho el nivel. La gente sabía lo que se hacía y el hecho de que hablasen entre ellos, se conociesen, dijesen sus debilidades en voz alta y se distrajeran entre ellos, me vino de perlas. Agradecí no haber acudido al tipo de torneo de alta gama que me imaginaba en un principio, sobre todo porque al terminar la noche… ¡Había recibido casi tres veces la cantidad de dinero con la que llegué al local! Con esto, queridos lectores, creo que hemos aprendido que hay que saber controlar nuestros impulsos, pero también seguir nuestros instintos.

Mi regreso a la Universidad y a Greencastle

people

Después de bastante tiempo sin novedades, esta mañana pensé que era un buen día para actualizar de nuevo este blog que con tanto cariño inicié. Las cosas por esta ciudad siguen parecidas y yo he regresado a la Universidad porque lo cierto es que se está muy bien estudiando. A pesar de lo mucho que puede cambiar mi vida, lo cierto es que parece que doy vueltas en círculo.

He tenido incontables aventuras durante los últimos años, pero al final la cabra siempre vuelve al monte y, a pesar de lo que les pueda parecer a muchos, mi dinero es mi dinero y hago con él lo que quiero. Al fin y al cabo, ser trabajador y a la vez estudiante en este país es un reto muy complejo que me enorgullece poder llevar a cabo.

Quería entonces, con esta pequeña entrada, hablar de mi experiencia entre los estudios. Muchos pensarán que estoy loco, pero me aventuré a ayudar como voluntario en Europa durante todo un año.

El comienzo de mi etapa europea

Como estudiante de antropología, decidí que ya iba siendo hora de aprender un poco sobre otras culturas, conocer más mundo y más gente. Al fin y al cabo, lo que más me ha gustado siempre es hacer nuevos amigos y amigas en todos los sitios a donde he ido. Lo cierto es que me estoy ganando un montón de amistadas de distintas procedencias y a este paso, si quiero visitarlas a todas, ¡casi podré dar la vuelta al mundo!

El voluntariado lo realicé en Bielorrusia, en la capital llamada Minsk. Lo cierto es que cuando aterricé, con unas ganas tremendas de llegar (nunca antes había permanecido tanto tiempo seguido en un medio de transporte), me encontré con lo que a todas luces iba a ser una experiencia totalmente diferente a lo que estaba acostumbrado.

En Estados Unidos, todo el mundo tiene una mala imagen de Rusia, todo el mundo lo asocia con el comunismo y los malos de las películas, pues yo decidí irme a Bielorrusia, que me imaginé que sería similar. Lo cierto es que las primeras impresiones fueron totalmente como me imagino Rusia, aunque probablemente sean sitios muy dispares. Siendo sincero, tenía algo de miedo de cómo me trataría la gente por venir de los Estados Unidos, pero la primera persona que me encontré en el aeropuerto ¡era precisamente de Estados Unidos!

Aquello me pareció muy loco, pero estuvimos hablando de camino a mi residencia y me tranquilizó contándome sus experiencias. Resulta que él volvía de sus vacaciones, vivía y trabajaba en Minsk y me dijo que no tendría ningún problema con la gente local y que las personas más jóvenes no tendrían demasiados problemas para comunicarse conmigo en inglés.

El desarrollo del voluntariado

Nada más llegar, conocí a mis compañeros de piso. También serían mis compañeros en el voluntariado, ya que aquel servicio ofrecía alojamiento, transportes y algo de dinero para nuestros gastos personales. Lo cierto es que no eran de aquella zona, había una mayoría portuguesa, también de Italia, España y Georgia, pero al llevar ya un tiempo en Minsk, se les veía totalmente adaptados.

Lo primero que hicieron fue recibirme y ofrecerme un montón de alcohol. Yo pensaba, después de haber pasado un tiempo en la universidad, que me centraría y comenzaría a trabajar, pero mi primer día en la oficina fui con una señora resaca. No importó demasiado porque me dejaron unos días de acompasamiento y adaptación. Nos dedicaríamos a rellenar formularios e inscripciones en diferentes eventos culturales de la ciudad, al menos de momento.

Más adelante, tuvimos que organizar teatros, veladas de cine y un montón de talleres de trabajo para ayudar a gente y dar espectáculos entretenidos. Me pareció un proyecto muy bonito y conocí gente de todas partes del mundo. Además de ello, me dio tiempo de conocer otros países de aquella zona, viajar a dedo, seguir conociendo gente e incluso aprender un poquito de ruso y bielorruso.

Siendo sincero, no aprendí gran cosa de aquel difícil idioma. Lo mínimo como para comprar en los supermercados y pedir perdón cuando me chocaba con alguien por la calle, pero aprendí a escribir mi nombre con caracteres cirílicos, lo cual me pareció todo un logro y más adelante incluso a leer ciertos carteles o los menús de los restaurantes.

Minsk me pareció una gran ciudad, mucho más barata que cualquier lugar de Estados Unidos, por lo que el dinero que guardaba ahorrado fue mucho más efectivo de lo que habría sido en otro sitio. Además de ello, siempre que me vinieron a visitar amigos o familiares alucinaron con el nivel de vida que se podían permitir a cambio del dinero que se gastaban en el viaje. En cualquier caso, el dinero no lo es todo y no es lo único por lo que recomiendo un viaje como el que hice yo. Lo importante es ir con una sonrisa puesta allá a donde vayas y siempre conseguirás todo lo que te propongas, esa es mi lectura de la vida.

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